Son muchas las voces que en épocas de crisis o recesión, creen que estás situaciones son sinónimo de oportunidad y personalmente, me apunto a ese carro.
Sin embargo en estos momentos también afloran multitud de atajos para hacerse rico, nubes de humo y estafas disfrazadas de oportunidad, que pueden llevar a alguien sin darse cuenta a la desilusión y lo que es peor, a perder mucho dinero.
Y es que todos recibimos opciones de negocios sospechosas como:
- Monedas virtuales que no tienen respaldo de ningún banco o gobierno.
- Trabajos done ganar dinero sin experiencia, solo compartiendo links en redes sociales.
- Opciones de negocio donde se necesita una gran inversión, pero que se recupera en muy poco tiempo.
- Negocios multinivel
- Etc..
Viendo que por desgracia, todavía hay personas que ven sencillo lo de hacerse rico, he decido hablar de la persona más rica de la historia John D. Rockefeller. Piensa que, si crees que Jeff Bezos, Amancio Ortega o Bill Gates son multimillonarios, la fortuna de Rockefeller, contando con la inflación actual, superaría por mucho la de estas tres figuras nombradas, pues se valoraría en más de 663.000 millones de dólares.
Y te preguntarás
¿Cómo alguien llegó a acumular tanto dinero?
Pues la respuesta es fácil, trabajando mucho, exigiéndose mucho e invirtiendo en valores seguros. John D. Rockefeller, hijo de una familia descendiente de inmigrantes alemanes, invirtió en la firma Clark & Andrews, que comenzaba a explorar el negocio de las refinerías de petróleo en Cleveland. Tenía 23 años, pero había empezado a trabajar desde los 16 como contable de empresas locales. Su disciplina de ahorro y su perspectiva de negocios lo habían llevado a emprender sus propios proyectos en el sector cafetero y a acumular un capital respetable. Después de adueñarse de su primer refinería, una a una fue sumando a las demás de la ciudad a fuerza de poder adquisitivo. En 1870 fundó Standard Oil, consiguiendo tener controlado el 90% del mercado del crudo de Estados Unidos y a la vez, la red de ferrocarriles que lo transportaban. A la par, fundó 12 bancos que le servían para canalizar sus ganancias, además de aumentarlas con préstamos y servicios a terceros.
De hecho, creció tanto y amasó tanta fortuna, que su monopolio se hizo insostenible para la economía nacional americana y en 1911, la Corte Suprema le obligó a desintegrar y ceder el control de Standard Oil.
Rockefeller decía que: “Si el único objetivo que tienes en la vida es volverte millonario, nunca lo conseguirás”. La riqueza es una consecuencia, un resultado, no puede ser un objetivo. La riqueza es producto de lo que se hace, no es “lo que se hace”. No existe el oficio de “hacerse rico”. Aquellos que sueñan con ser y tener una “vida de ricos”, suelen continuar soñando, y sin dinero.
A Rockefeller también se le atribuye la cita: “No tengas temor de abandonar lo bueno para ir por lo grandioso”. Esto es una apología de la sana ambición, el deseo de volar alto, llegar más lejos. Todo ello no es solo legítimo, es necesario para el progreso de todos los hombres, pero siempre siguiendo el camino adecuado.
Y pensareis… ¿Y que hizo con el dinero?
Pues donó casi toda su fortuna a obras de beneficencia, y dejó un asombroso legado cultural: la Universidad de Chicago (cuna de 87 premios Nobel), la Universidad Rockefeller de Nueva York, el Lincoln Center, fundaciones para el progreso de la educación, la medicina y la investigación científica, y un prodigio arquitectónico como el Rockefeller Center, entre otro legado. Curioso final, ¿verdad?
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